domingo, 8 de marzo de 2015

Vas.

Ir.
Es tan fácil escribir unas letras que arman palabras tan duales.
Ir y ¿Qué más?
Hace unos meses tomé una decisión, que de decisión sólo tenía los kilómetros que me iban a separar de donde me siento actualmente a escribir.
Si es bueno o malo, ni el Dalai Lama lo sabe. Pero de que es, es.
Cambiar. Me cambie tantas veces de casa hace años y ahora es tanta la diferencia. Me cambio, me cambio a llegar a cocinar, me cambio a llegar a hablar con el televisor, me cambio.
Dentro de todo, más que miedo, siento un poco de angustia. Empezar a echar de menos sin necesidad de estar lejos.
Me he cuestionado absolutamente todo en estos días, además de sobre interpretar todo (como de costumbre) pero con una connotación de distancia, que no hace si no empeorar el resultado.
Soy tan tincá… La lata es que al final esas "tincás" terminan siendo verdad. Es como un "presentimiento" de que no estamos remando para el mismo lado y en cualquier momento se nos da vuelta el bote.
Me ha dado por escuchar, en todo este asunto, a The Tallest Man on Earth y su apuesta folk. De repente me hace pensar en Bob Dylan, pero no, este sueco se apoderó de su sonido, difícil de confundir. Encuentro que tiene un sello fuerte, una voz que cuando la escuchas te das cuenta que faltaba en lo que suena todos los días. Mi favorita lejos es "The Gardener" del Shallow Grave. Aunque en lo que va de la semana (que está terminando) me he repetido el plato con "Where do my bluebird fly", así como para no espantar a la nostalgia del panorama.

No es mucho lo que pude escuchar desde que me eché el iPod. Brutalmente destruido al caer.
Tuve serios impulsos por escuchar a los clásicos, como Electric Light Orchestra y "Telephone Line" o "Mr. Blue Sky". Necesité que se convirtieran en el soundtrack de paisajes silenciosos y llenos de cosas que uno cree que no tienen cabida en el espacio.

Antes tenía más miedo de equivocarme y de que se me olvidara algo importante. Ahora tengo más miedo de que pase algo o más bien pase nada, que no tenga espacio para equivocarme u olvidar el nombre que tenía que decir.
Tratar de alivianar las predisposiciones a veces puede ser peor.
Saco un par de cuentas y veo que me dejé llevar por las ganas de no romper la comodidad. Pero en una de esas hay que hacerlo y ver que lo que uno pensaba que era lo mejor, lo correcto, lo máximo, al final no hacía más que quitarnos las intenciones de dudar y tener que ver en tiempo-espacio cómo son y qué pasa con las cosas.
Muchos sentimientos encontrados, emociones que se me están haciendo inevitablemente evidentes e ideas que no quiero exteriorizar porque reflejan caminos divergentes a lo que uno espera.

Es marzo, tan incierto como tomarse una piscola con un completo desconocido.




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